Dejando un poco la técnica a un lado, otra de las consecuencias que esta guerra dejó fue la perturbación en la perspectiva de vida de los afectados directamente –como los supervivientes a los campos de concentración, la bomba atómica lanzada en Hiroshima, Japón- al caer en una crisis existencial. También invitó a la humanidad a vivir en una constante paranoia, principalmente la nación estadounidense, los países europeas y de Medio Oriente, dada la constante amenaza de un ataque nuclear; y la conciencia de estar en medio de la configuración, muchas veces considerado inminente, de una Tercera Guerra Mundial.
Esta situación se ha reflejado naturalmente en las expresiones artísticas de la segunda mitad del siglo pasado y hasta nuestros días. Un claro ejemplo es la obra Confesiones de una máscara, escrita en 1949, la cual, mediante un fluido relato lleno de paisajes y cuestionamientos a las estructuras normas y roles sociales, el escritor japonés Yukio Mishima combina el existencialismo de un joven que se muestra muy distinto en su mundo interior –de pensamientos- y su actuar acorde a lo esperado por la sociedad lo cual le comienza a generar conflictos en una época bélica y que, para elaborar un retrato de la situación imperante en ese entonces, detalla las miradas, los ambientes, olores y lamentos de las personas que lograron salir con vida del ataque nuclear ocurrido durante la Segunda Guerra.
También en Japón, dentro de las artes histriónicas, se encuentra el “Butoh”. Éste bien podría ocupar un lugar ejemplar en las expresiones creativas al mezclar tanto la danza como el teatro; sin embargo, es el contenido de esta corriente oriental de la posguerra lo que la hace particular. Su objetivo primordial, de acuerdo con Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata, creadores del estilo, es recuperar el cuerpo “que nos ha sido robado”, aunque lo hacen de una peculiar manera.
Los trastornos que la radioactividad ocasionó sobre el físico del ser humano, son representados por el “Butoh” sobre los escenarios, con un argumento visual de alto impacto que incluso ha sido catalogado como “poesía grotesca”.
Sobrevivientes del ataque que caminan desorientados, mismos que para la cultura occidental podrían ser “zombies” estilizados; cuerpos calcinados y con los ojos reventados; seres hermafroditas con miembros fálicos de grandes proporciones y demás alteraciones deslumbrantes con historias trasgresoras de la moralidad de esa época (incluido el homo-erotismo) forman parte de sus principales características.
Mientras que en el séptimo arte, se han realizado producciones que retratan la perspectiva occidental del magno genocidio. Como ejemplo, se encuentran obras como El niño con la pijama de rayas (Mark Herman, 2008), El pianista (Roman Polański, 2002), La vida es bella (Roberto Benigni, 1998), o la célebre y galardonada La Lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993)
En la música, durante la década de los 70, es característico el temor en la clase trabajadora con creaciones musicales contraculturales como el punk, de la que se podría rescatar el tema London Calling de la legendaria agrupación “The Clash” donde se encuentra explícito un inevitable ataque nuclear. “Londres llama a las ciudades lejanas; ahora la guerra se ha declarado y la batalla ha de llegar”.
Las secuelas de las grandes guerras se quedaron arraigadas en las mentes de los seres humanos, creando la idea de una batalla en el futuro, de grandes magnitudes, lo cual no suena tan descabellado al observar que los grandes imperios han progresado y caído gracias a las empresas bélicas.
Además existen muchas teorías que suponen la próxima Guerra iniciará en Medio Oriente, estableciendo como primeros antecedentes la Guerra del Golfo y la Guerra Fría, además de los conflictos bélicos en Iraq, Irán y Afganistán. Incluso hay quienes sostienen que la degradación del ambiente será un importante factor al afirmar que la Tercera Guerra Mundial será por el agua, teoría que al paso del tiempo va adquiriendo forma y argumentos.
Esta línea de pensamiento ha quedado plasmada en las producciones artísticas de la era posmoderna, donde además de la crítica a las grandes fuerzas hegemónicas, también se añade el factor ambiental. Así pues, la combinación entre la represión y agresión bélica proveniente de los gobiernos titulares de los grandes poderíos económicos, motivo de una futura gran guerra; con la degradación de la naturaleza que ha ocasionado la pérdida de biodiversidad, surgimiento y proliferación de enfermedades, la debacle en la dignidad y calidad de vida agravada drásticamente en las regiones marginales del planeta; ha influenciado en la expresión cultural contemporánea.
Una de las producciones musicales ejemplares de dicho fenómeno la realizó “Nine Inch Nails” con su álbum Year Zero (2007). El concepto del álbum se traslada a un futuro no tan lejano donde la represión por parte de una entidad omnipresente telemáticamente que controla a toda la sociedad, presumiblemente de Estados Unidos, que lacera su libertad de expresión y acción, que además vive oculta sufriendo los estragos de niveles elevados de polución y radioactividad. La pérdida de la fe y de un camino para el verdadero progreso de la humanidad inspiró a que Trent Reznor asestara un golpe al enajenamiento del siglo XXI con las líneas: “Mother Nature is a whore… I'm a part of this great nation; I got my fist, I got my plan, I got survivalism”.
En el repertorio de discos que abordan el tema de la guerra vale la pena rescatar también War Stories (2007) de “Unkle”, donde la melancolía y los sentimientos durante una época oscura de la humanidad hacen de éste uno de los proyectos más ambiciosos de la banda británica. De igual manera We all become silhouettes de la banda de rock electrónico independiente “The Postal Service” describe la vida posterior a un ataque nuclear devastador para la humanidad.
Hollywood tampoco se quedó atrás al traer a la pantalla grande Equilibrium (Kurt Wimmer, 2002), un filme futurista cuya trama se desarrolla en el año 2072, enmarcada en un escenario devastado por la Tercera Guerra Mundial, donde los líderes mundiales sostienen que las emociones del ser humano son las causas primarias de los conflictos bélicos, por lo que cualquier demostración de cualquier sentimiento es prohibido y reprendido; esto bajo la premisa de que el ser humano no sobreviviría una cuarta batalla.
En fin, existe una gran cantidad de expresiones más como los cómics y videojuegos que han sido influenciadas por la idea de una Tercera Guerra que parecería inevitable al percibir el aumento de los conflictos entre países, crisis de energéticos –pues el dominio de las regiones petroleras son motores importantes de invasiones militares, bajo pretexto de una “supervisión de la seguridad y democracia”- y desgaste general de recursos ambientales, junto con la influencia del dominio mercantil y corporativo, el terrorismo y demás amenazas creadas por el ser humano mismo. Por ello cabe destacar que la cultura de una sociedad es siempre reflejo del momento histórico, situación social y espacial la cual nos invita a la reflexión y nos da la posibilidad de cambiar el destino de nuestra civilización que pareciera sufrir de una maldición que propiciará nuestra autodestrucción.
¿Tú qué piensas? ¿Tienes alguna otra propuesta que nos invite a la reflexión sobre un futuro desastre armado que pudiera desencadenar la 3ª Guerra Mundial? ¿Crees que es momento de prepararnos –como muchos sugieren- para un desastre nuclear, en lugar de buscar maneras, como sociedad, de evitar un conflicto de tales magnitudes? No olvides enviar todos tus comentarios y respuestas a juliocesar.exprsat@gmail.com